domingo, 25 de enero de 2009

El amor en los tiempos del cólera (fragmentos)



El amor en los tiempos del cólera

Gabriel García Marquez

(fragmentos)


"...Florentino Ariza levantaba sirvientas en los parques, negras en el mercado, cachacas en las playas, gringas en los barcos de Nueva Orleáns, las llevaba a las escolleras donde media ciudad hacía lo mismo desde la puesta del sol, las llevaba adonde podía, pues no fueron pocas las ocasiones en que tuvo que meterse deprisa en un zaguán oscuro y hacer lo que se pudiera de cualquier modo detrás del portón......

De esa época venían sus teorías más bien simplistas sobre la relación entre lo físico de las mujeres y sus aptitudes para el amor. Desconfiaba del tipo sensual, las que parecían capaces de comerse crudo a un caimán de aguja, y que solían ser las más pasivas en la cama. Su tipo era el contrario: esas ranitas escuálidas por las que nadie se tomaba el trabajo de volverse a mirar en la calle, que parecían quedar en nada cuando se quitaban la ropa, que daban lástima por el crujido de los huesos al primer impacto, y sin embargo podían dejar listo para el cajón de basura al más hablador de los machucantes. Había tomado notas de esas observaciones prematuras con la intención de escribir un suplemento práctico del Secretario de los Enamorados, pero el proyecto sufrió la misma suerte del anterior después de que Ausencia Santander lo volteó al derecho y al revés con su sabiduría de perro viejo, lo paró de cabeza, lo subió y lo bajó, lo volvió a parir como nuevo, le hizo trizas sus virtuosismos teóricos , y le enseñó lo único que tenía que aprender para el amor: que a la vida no la enseña nadie.

Ausencia Santander había tenido un matrimonio convencional durante veinte años, del cual le quedaron tres hijos que a su vez se habían casado y tenido hijos, de modo que ella se preciaba de ser la abuela con mejor cama de la ciudad. Nunca quedó claro si fue ella quien abandonó al esposo, o si fue éste el que la abandonó a ella, o si ambos se habían abandonado al mismo tiempo cuando él se fue a vivir con su amante de siempre, y ella se sintió libre para recibir a pleno día por la puerta principal a Rosendo de la Rosa, capitán de buque fluvial, al que había recibido de noche muchas veces por la puerta trasera. Fue él mismo, sin pensarlo dos veces, quien llevó a Florentino Ariza.


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"Después, en un fogonazo de inspiración que lo dos agradecieron a la conjunción de sus astros, se desvistieron ambos en el cuarto de al lado sin ponerse de acuerdo, sin sugerirlo siquiera, sin proponérselo, y siguieron así, desvistiéndose siempre que podían durante más de siete años, cuando el capitán estaba de viaje......

Ausencia Santander tenía casi cincuenta años y se le notaban , pero tenía un instinto tan personal para el amor, que no había teorías artesanales ni científicas capaces de entorpecerlo. Florentino Ariza sabía por los itinerarios de los buques cuándo podía visitarla, y siempre iba sin anunciarse a la hora que quisiera del día o de la noche, y no hubo una sola vez en que ella no estuvieras esperándolo. Le abría la puerta como su madre la crió hasta los siete años: desnuda por completo, pero con un lazo de organza en la cabeza. No lo dejaba dar un paso más antes de quitarle la ropa, porque siempre pensó que era de mala suerte tener un hombre vestido dentro de la casa.. ...Florentino Ariza era muy dado a los encantos de la desnudez, y ella le quitaba la ropa con un deleite cierto tan pronto como cerraba la puerta, sin darle tiempo si quiera de saludarla, ni de quitarse el sombrero ni los lentes, besándolo y dejándose besar con besos desgranados, y soltándole los botones de abajo hacia arriba, primero los de la bragueta, uno por uno después de cada beso, luego la hebilla del cinturón, y por último el chaleco y la camisa, hasta dejarlo como un pescado vivo abierto en canal. Después lo sentaba en la sala, le quitaba las botas, le tiraba los pantalones por los perniles para quitárselos al mismo tiempo que los calzoncillos largos hasta los tobillos, y por último le desabrochaba las ligas elásticas de las pantorrillas y le quitaba las medias. Florentino Ariza dejaba entonces de besarla y de dejarse besar, para hacer lo único que le correspondía en aquella ceremonia puntual: soltaba el reloj de leontina del ojal del chaleco y se quitaba los lentes, y metía ambas cosas en las botas para estar seguro de no olvidarlas. Siempre tomó esa precaución, siempre sin falta, cuando se desnudaba en casa ajena.

No bien acababa de hacerlo cuando ella lo asaltaba sin darle tiempo de nada, ya fuera en el mismo sofá donde acababa de desnudarlo, y sólo de vez en cuando en la cama. Se le metía debajo, y se apoderaba de todo él para toda ella, encerrada dentro de sí misma, tanteando con los ojos cerrados en su absoluta oscuridad interior, avanzando por aquí, retrocediendo, corrigiendo su rumbo invisible, intentando otra vía más intensa, intentando otra forma de andar sin naufragar en la marisma de mucílago que fluía de su vientre, preguntándose y contestándose a sí misma con un zumbido de moscardón en su jerga nativa dónde estaba ese algo en las tinieblas que sólo ella conocía y ansiaba sólo para ella, hasta que sucumbía sin esperar a nadie, se desbarrancaba sola en su abismo con una explosión jubilosa de victoria total que hacía temblar el mundo. Florentino Ariza se quedaba exhausto, incompleto, flotando en el charco de sudores de ambos, pero con la impresión de no ser más que un instrumento de gozo. Decía: “me tratas como si fuera uno más”. Ella soltaba una risa de hembra libre,. Y decía:”al contrario: como si fueras uno menos!”. Pues él se quedaba con la impresión de que todo se lo llevaba ella con una voracidad mezquina, y se le revolvía el orgullo y salía de la casa con la determinación de no volver. Pero de pronto, despertaba sin causa, con la lucidez tremenda de la soledad en medio de la noche, y el recuerdo del amor ensimismado de Ausencia Santander se le revelaba como lo que él era: una trampa de la felicidad que él aborrecía y anhelaba al mismo tiempo, pero de la cual era imposible escapar."




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"-¿Quieres quedarte sola?-preguntó.

-Si lo quisiera no te hubiera dicho que entraras-dijo ella.

Entonces él extendió los dedos helados en la obscuridad,buscó a tientas la otra mano,y la encontró esperándolo.Ambos fueron bastante lúcidos para darse cuenta,en un mismo instante fugaz,de que ninguna de las dos era la mano que habían imaginado antes de tocarse,sino dos manos de huesos viejos.Pero en el instante siguiente ya lo eran.Ella empezó a hablar del esposo muerto,en tiempo presente,como si estuviera vivo,y Florentino Ariza supo en ese momento que también a ella le había llegado la hora de preguntarse con dignidad,con grandeza,con unos deseos incontenibles de vivir,qué hacer con el amor que se le había quedado sin dueño.

Fermina Daza dejó de fumar por no soltar la mano que él mantenía en la suya.Estaba perdida en la ansiedad de entender.No podía concebir un marido mejor que el que había sido suyo,y sin embargo encontraba más tropiezos que complacencias en la evocación de su vida,demasiadas incomprensiones recíprocas,pleitos inútiles,rencores mal resueltos.Suspiró de pronto:"es increíble cómo se puede ser tan feliz durante tantos años,en medio de tantas peloteras,de tantas vainas,carajo,sin saber en realidad si eso es amor o no."Cuando terminó de desahogarse,alguien había apagado la luna.El buque avanzaba con sus pasos contados,poniendo un pie antes de poner otro: un inmenso animal de acecho.Fermina Daza había regresado de la ansiedad.

-Vete ahora-dijo.

Florentino Ariza le apretó la mano,se inclinó hacia ella,y trató de besarla en la mejilla.Pero ella lo esquivó con su voz ronca y suave.

-Ya no-le dijo-:huelo a vieja. "


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“Cuando ya no quedó nada que comer en los platos, el capitán se limpió con la esquina del mantel, y habló en una jerga procaz que acabó de una vez con el prestigio del buen decir de los capitanes del río. Pues no habló por ellos ni por nadie, sino tratando de ponerse de acuerdo con su propia rabia. Su conclusión, al cabo de una ristra de imporperios bárbaros, fue que no encontraba cómo salir del embrollo en que se había metido con la bandera del cólera.

Florentino Ariza lo escuchó sin pestañear. Luego miró por las ventanas el círculo completo del cuadrante de la rosa náutica, el horizonte nítido, el cielo de diciembre sin una sola nube, las aguas navegables hasta siempre, y dijo:

- Sigamos derecho, derecho, derecho, otra vez hasta La Dorada.

Fermina Daza se estremeció, porque reconoció la antigua voz iluminada por la gracia del Espíritu Santo y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no la vio porque estaba anonadado por el tremendo poder de inspiración de Florentino Ariza.

- ¿Lo dice en serio? – le preguntó.
- Desde que nací – dijo Florentino Ariza - , no he dicho una sola cosa que no sea en serio.

El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.

- ¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? – le preguntó.

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

- Toda la vida – dijo.”

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda, la mejor novela de los últimos 25 años. hay que leerla varias veces en la vida para entender a cabalidad todo lo que ahí sucede.

Saludos

Sonia Schmorantz dijo...

Para refletir:
Aprendi que não posso exigir o amor de ninguém...
Posso apenas dar boas razões para que gostem de mim...
E ter paciência para que a vida faça o resto...
Não importa quão boa seja uma pessoa, ela vai feri-lo
de vez em quando e você precisa perdoá-la por isso.
(William Shakespeare)

Faça dessa nova semana um novo início rumo à
felicidade.
abraços

Liz Marin dijo...

me encanto la novela es una de mis prefereridas,gracias pore sta entrada


besitossss

josef dijo...

Qué decir de Gabo...? que es un genial, genial escritor y todo lo que toca o escribe lo convierte en magia...Saludos!

Achernar dijo...

Gracias por sus comentarios.

Sin duda, una gran novela. Advierto que en el carácter o temperamento de Fermina Daza hay un cambio inexplicable... ya al final de la novela, después de la muerte de su esposo ¿alguien lo ha notado? Es un detalle que me ha llamado la atención.

Después de "Cien años de soledad" me parece lo mejor que escrito Gabriel García Marquez. Historias de amor similares o con cieto parecido se encuentran en la vida real.

Saludos a todos

Jurema dijo...

No la he leído aun, pero ya esta en mi lista, muy interesante !.

Un abrazo