jueves, 18 de diciembre de 2008

Psicología del amor


Enamorarse: ¿Lazos de amor seguros o inseguros?


Algunas personas no quieren intimar demasiado. Otras quieren fundirse con su pareja. Hay quien tiene miedo al amor y otros no pueden vivir sin él. ¿A qué se deben estas diferencias?


La vinculación afectiva en adultos.


La forma de amar en los adultos guarda relación con los patrones de vinculación infantiles. Por ejemplo, los adultos, generalmente, se sienten más seguros cuando su pareja está cerca y es accesible y responde a sus necesidades. Muchas personas se implican en más proyectos de los que realizarían sin su pareja, se sienten más seguros a su lado y tienen la sensación de que pueden hacer más cosas y llegar más lejos si tienen el apoyo de su pareja. Cuando una persona se siente estresada, enferma o amenazada, utiliza a su pareja como fuente de seguridad, protección y consuelo. La principal diferencia entre la vinculación afectiva en adultos y en niños consiste en que entre los adultos las relaciones suelen ser simétricas, de modo que ambos intercambian sus papeles a la hora de dar y recibir apoyo (cualquiera de los dos puede ser el que en un momento dado esté estresado o deprimido y necesite que su pareja lo mime un poco), mientras que en la relación niño-adulto es este último el que protege y da seguridad al niño. Y, por supuesto, la sexualidad es otra parte importante dentro de las relaciones de pareja, y aunque el afecto y el sexo pueden ir por separado, generalmente se influyen mutuamente.


Repitiendo patrones


La manera de amar y expresar afecto aprendida en la infancia puede repetirse después, a lo largo de los años. Por ejemplo, un niño que no ha sido querido por sus padres, pensará que no lo va a querer nadie o que no es digno de amor. Esta creencia, formada a una edad muy temprana, permanecerá a través del tiempo, arraigada en el subconsciente, mientras no suceda algo que la modifique, y puede activarse de forma automática e inconsciente durante la formación de posteriores lazos afectivos (durante la adolescencia, por ejemplo) llevándolo a actuar de la manera aprendida en la infancia.


Existen tres tipos de vinculación afectiva en los adultos, agrupadas en dos categorías: vinculación segura y vinculación insegura. Esta última incluye las vinculaciones evasiva y ansioso-ambivalente.


Estilos de vinculación en los adultos.


Vínculo afectivo seguro.


Estas personas se sienten a gusto en las relaciones, las valoran y pueden mostrar tanto intimidad como autonomía.


No temen a la proximidad y son los que más probabilidades tienen de sentirse felices y confiados en sus relaciones. No les preocupa en exceso el rechazo o estar solos y experimentan baja ansiedad ante la posibilidad de una ruptura. Se sienten cómodos con la dependencia que suele implicar una relación íntima. Buscan más apoyo de sus parejas cuando las necesitan que los inseguros y también les dan más apoyo. Expresan abiertamente sus preocupaciones y no suelen usar estrategias defensivas o destructivas para solucionar los problemas, sino estrategias de resolución de conflictos que impliquen compromiso. Ven a sus parejas de forma más positiva que los inseguros tras una discusión, de manera que los problemas en la relación pueden proporcionar a los individuos seguros una oportunidad para construir la confianza mutua, mientras que en los inseguros incrementa las dudas e inseguridades. Piensan que gustan a la gente y que la mayoría de la gente tiene buen corazón. Creen que el amor romántico puede durar. Sus relaciones se caracterizan por una mayor duración, confianza, compromiso e interdependencia que en los inseguros.


Vínculo afectivo evasivo.


La huida.


Temen la proximidad, desconfían de los demás y no se sienten a gusto con la intimidad y la dependencia. Afirman que a menudo sus parejas desean más intimidad de la que ellos pueden darles. Se consideran personas que no se dan fácilmente a conocer. Piensan que el amor romántico rara vez perdura y que es raro encontrar a alguien de quien poder enamorarse. Para ellos es muy importante la independencia y la autosuficiencia. En los momentos de estrés, temor, etc. tienden a buscar menos apoyo de sus parejas cuanto mayor sea su nivel de estrés o ansiedad, al contrario de lo que sucede con los individuos seguros. A pesar de esto, pueden sentirse mejor cuando su pareja les da su apoyo. Del mismo modo, cuanto peor se sienta su pareja menos apoyo le darán. Sin embargo, aunque estas personas dan poco, piden poco y huyen de la intimidad, esto no quiere decir , necesariamente, que algunos de ellos no deseen las tres cosas. Simplemente se trata de estrategias defensivas debidas a que en el fondo esperan ser rechazados tarde o temprano.


Mejor no recordar: sacar de la mente el odio y el amor


Cuando se les pidió que recordaran algo triste, las personas con este tipo de vinculación hablaron de acontecimientos que contenían solamente elementos de tristeza pero no de ansiedad o rabia, que tendían a estar presentes en los recuerdos de personas con vinculación segura y, sobre todo, en los ambivalentes. También tardaron más tiempo que los demás en recordar momentos en los que se sintieron ansiosos o amados en sus actuales relaciones. Es decir, estas personas tienen tendencia a alejar de su mente o minimizar cualquier cosa que tenga que ver con sus relaciones de pareja. Así mismo, evitan más los besos, las caricias, hablar abiertamente sobre los sentimientos, mirarse fijamente a los ojos, etc.


Dos tipos de evasivos


Dentro de este patrón se han descrito dos categorías, debido a que se vio que se utilizaban principalmente dos formas distintas de evitación, que recibieron el nombre de estilo temeroso y estilo devaluador. Si bien ambos tienden a evitar la intimidad por temor al rechazo, las personas del primer grupo viven esto con una ansiedad alta y temen que sus parejas les hagan daño, mientras que los devaluadores adquieren este patrón para mantener una sensación de autosuficiencia e independencia y tienen un nivel de ansiedad bajo. Son los que tienen más facilidad para reprimir pensamientos y sentimientos perturbadores, mientras que los temerosos no son capaces de conseguirlo, aunque lo intenten.

Debido a esta tendencia a olvidar los aspectos más desagradables, estas personas tienden, en ocasiones, a idealizar a sus padres, a quienes pueden describir como maravillosos, pero sin poder aportar datos (como recuerdos específicos) que lo demuestren. Los evasivos temerosos, en cambio, suelen tener una imagen despectiva de los padres.


Vínculo afectivo ansioso-ambivalente.


El amor-odio


Las personas con este tipo de vinculación suelen manifestar emociones más intensas, tanto positivas como negativas: más celos, más pasión y mayor deseo de fundirse con la pareja, siendo más proclives a los extremos emocionales. Tienen un gran deseo de proximidad y sienten gran ansiedad ante la posibilidad de un rechazo. Son conscientes de que desean intimidad en un grado mayor que la mayoría de la gente y piensan que esto a veces asusta a los demás. A menudo les preocupa que sus parejas no les quieran realmente. No se dan a conocer fácilmente y suelen tener bastantes dudas sobre sí mismos. Piensan que es fácil enamorar y que hay pocas personas que deseen comprometerse tanto como ellas. Tienen más probabilidad que los demás de afirmar que en sus relaciones hay menos amor, compromiso y respeto mutuo. Sienten más rabia y hostilidad hacia sus parejas después de un conflicto.


Cuando no se olvida


Los ambivalentes tienden a estar confusos acerca del impacto de sus relaciones afectivas en la infancia y sus relaciones actuales con sus padres están marcadas por rabia continua o por intentos de complacerles, estando aún atrapados en los problemas que tuvieron con sus padres durante la infancia. Suelen enfadarse cuando hablan de dichas relaciones y sus recuerdos son contradictorios. Dan la impresión de tener algún conflicto sin resolver con sus padres.


Estabilidad y cambios en el estilo de vinculación: cuando el tiempo pasa.


El grupo seguro es el más estable. Sin embargo, un estudio realizado mostró que los seguros que habían roto con su pareja tenían más probabilidades de considerarse inseguros cuatro años más tarde.


Con el tiempo, los dos miembros de la pareja se van sintiendo menos preocupados en los temas relacionados con el amor, de forma que cuanto más tiempo están juntos menos ansiedad sienten respecto a su relación. Ambos se vuelven también más similares entre ellos respecto a su tipo de vinculación y también pueden cambiar, a través de sus diversas experiencias, los estilos aprendidos en la infancia. Por ejemplo, si una persona que comienza una nueva relación con un estilo seguro se encuentra con una pareja que no le da suficiente apoyo, de quien no obtiene el grado de intimidad que necesita o que la rechaza, puede ir volviéndose más insegura en su relación conforme pasa el tiempo. De modo inverso, si una persona que estableció una vinculación ansiosa en la infancia desarrolla una relación con alguien que le da seguridad, le enseña con su comportamiento que algunas personas están ahí cuando las necesita y muestra un conducta estable, puede estar ayudando a su pareja a cambiar hacia un estilo más seguro.


De hecho, incluso en los niños más pequeños puede producirse un cambio en sus patrones de vinculación, sobre todo si la madre modifica su comportamiento de manera consistente (no sólo una o dos veces).


Cuidado con lo que esperas...


Cuando se encuentran en situaciones ambiguas, los individuos ansiosos tienden a hacer interpretaciones más negativas sobre la conducta de su pareja que los seguros (por ejemplo, pueden pensar que si su pareja se separó de ellos en un aeropuerto fue a propósito y no porque se despistara).


Este tipo de interpretaciones puede hacer que con el tiempo vaya disminuyendo el grado de confianza mutua. Una persona que entra en una relación con expectativas de seguridad estará más predispuesta a buscar el apoyo de su pareja y provocar en ella la respuesta que desea, mientras que una persona predispuesta a esperar un rechazo podría mostrarse tan evasiva con su pareja que al final ésta acabara rechazándola, lo cual confirmaría sus expectativas y le evitaría la molestia de tener que plantearse sus creencias y cambiarlas por otras, aprender nuevas formas de amar, nuevos estilos de comportamiento, etc. Lo que sucede es que para algunas personas es más cómodo buscar una realidad que se ajuste a sus expectativas que cambiar sus creencias para ajustarlos a una nueva realidad, incluso aunque ésta sea más deseable. De este modo, se ha visto que muchas personas acaban manteniendo tipos de relaciones que confirman sus creencias a pesar de que, como la mayoría, prefieran, a la hora de enamorarse, una persona atenta y cálida que sepa responder a sus necesidades.


Fuente: Cepvi.com

http://www.cepvi.com/articulos/apego9.shtml

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