¡Alabadas sean las estrellas!
En los textos parsis, las estrellas fijas están ordenadas en diversas agrupaciones estelares, cada una de las cuales está sujeta a determinados «comandantes». Las huestes celestiales son francamente militaristas: hay «soldados» de las constelaciones, y se libran batallas por todo el universo. Se alaba a las diversas estrellas con términos muy exaltados (Afrigan Rapithwin, versículo 13):
Alabamos a la estrella Tistrya, la brillante y majestuosa.
Alabamos a la estrella Catavaeca, que gobierna las aguas.
Alabamos a todas las estrellas que contienen simientes de agua.
Alabamos a todas las estrellas que contienen simientes de árboles.
Alabamos a las estrellas que se llaman Haptoiringa, las sanadoras, opuestas a las Yatus...14.
Estos homenajes parecen ser algo más que meros adornos de la fantasía pura, pues los parsis poseían, desde un principio, cierto grado de conocimientos astronómicos. Sabían, por ejemplo, que los planetas eran «cuerpos simples de forma redonda». Desde los tiempos más remotos, en los templos de los parsis se había venerado a los diversos dioses y a sus lugares de origen en el universo, de modos tales que casi presagiaban la revolución del pensamiento astronómico que desencadenó Galileo Galilei en 1610. En cada templo se encontraba un modelo circular del planeta al que estaba dedicado. En cada templo se llevaba una ropa especial y se seguían unas costumbres determinadas en función del planeta al que se veneraba. En el templo de Júpiter había que presentarse vestido de juez o de erudito; en el templo de Marte, por su parte, los parsis iban vestidos de rojo, llevaban ropas militares y tenían que conversar «con tonos soberbios». En el templo de Venus había risas y bromas; en el templo de Mercurio había que hablar como orador o como filósofo. En el templo de la Luna, los sacerdotes parsis se comportaban como niños que juegan a luchar entre sí y daban saltos y volteretas. En el templo del Sol había que llevar ropas de brocado y había que comportarse «como corresponde a los reyes del Irán».
14 Dalberg, E von: Scheik Mohammed Fani s Dabistan oder von der Religión der dltesten Parsen, Aschaffenburg, 1809.
La quadriga solis, el carro de cuatro caballos con corceles alados, procede del folclor iranio15; en la versión parsi, los dioses de los planetas se turnan para conducir el carro del sol. Y en los textos del Avesía se alaba al carro celeste y a sus conductores en los términos siguientes (Yasna, capítulo 57, versículo 27):
Cuatro corceles,
blancos, brillantes, relucientes,
astutos, prudentes, sin sombra,
cabalgan por las regiones celestiales (...)
más veloces que las nubes,
más veloces que las aves,
más veloces que las flechas,
adelantan a todos
los que los siguen...
En estos textos abundan en el universo tales máquinas voladoras. Casi no hace falta decir siquiera que los parsis esperaban la reaparición de sus dioses. Creían que los «seres de luz»16 volverían a descender de los cielos y a salvar a la humanidad atribulada. El propio Zoroastro preguntó a su dios Ahura Mazda sobre el fin del mundo, y éste le dijo que habría una batalla final entre los buenos y los corrompidos. Bajarían de los cielos muchos «archiconquistadores». Éstos serían inmortales y poseerían el conocimiento de todas las cosas. Antes de que aparezcan en los cielos, el sol se cubrirá de oscuridad, habrá terremotos y fuertes tormentas y vientos y caerá una estrella del cielo. Después de una batalla terrible, en las que los ejércitos se enfrentarán en masa, alboreará una nueva edad de oro. La humanidad adquirirá entonces tales conocimientos en las artes de la curación que «podrán curarse los unos a los otros, aun cuando estén próximos a la muerte».
Esta versión de la «redención» no parece demasiado diferente de la que nos encontramos en otras religiones, aparte de la presencia de estos «archiconquistadores», de los dioses procedentes de los mundos estelares, que aparecen como salvadores definitivos y esperados.
15 Widengren, G.: Hochgottglau.be im alten han, Upsala/Leipzig, 1938; Reitzenstein, R.: Das iranische Erlösungmysterium, Bonn, 1921.
16 Abegg, E.: Der Messiasglaube in Indien und Irán, Berlín/Leipzig, 1928.
Nota:
Varios libros de Erich von Däniken, en español, portugués e inglés, se pueden descargar en la siguiente página:
http://www.esnips.com/SignInAction.ns
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